Arte para consolar

Si el arte es verdadero, refleja la bondad y el bien, y es bello; entonces es arte, es trascendente y consuela el espíritu humano


Una escultura para consolar la perdida de un ser querido

 

Así me lo pidió al encargarmela: Una obra que recordase que tenemos alma inmortal, que algún día volvería a encontrase, cara a cara, con su hermano.

Una obra así no es un encargo fácil. Ha de ser algo que trascienda la realidad visible.

No tenía ni idea de por dónde empezar. Pero el encargo estaba hecho, y fue recordado con un escueto "wasap" al cabo de un año: ¿Como va mi encargo?

Solo tenía una cosa clara, sería una escultura.

Y tenía una piedra gris con un tacto suave, muy suave, que si le aplicabas crema de manos adquiría un lustroso color negro y una textura mas suave aún.

 

Arte para cosolar un corazón herido

Piedra: Pizarra

33 cm.

Precio: 1.600 €

VENDIDO

Realizado por encargo

 

¿Por dónde empezar?

 

Pensé simultáneamente en el Árbol de la Vida del Paraíso y en la Zarza que ardía sin consumirse, que vio Moises en el desierto. Tallé las hojas del árbol en el frontal de la piedra.

Los laterales y la parte posterior de la piedra pedía unas lenguas de fuego.

En medio de las llamas y encima del árbol tallé un corazón herido, con una llaga abierta en un costado.

 

De manera natural apareció, sin buscarlo, la figura de una mujer

 

La llama que coronaba la piedra era la cabeza

 

El corazón llagado, al verlo de costado, semejaba un niño en brazos de su madre.

Una madre consolando el corazón de su hijo, abrazándolo. Así es cómo añadí unas solapas a modo de abrazo.

Ahora llegaba el paso de la contemplación de la obra por parte del artista. Es el paso más importante.

Y todo empieza a cobrar sentido.

Resulta que Jesucristo, Dios y Hombre explica la inmortalidad del alma, y lo hace con la zarza que arde sin consumirse, desde la que habla Dios a Moises: Yo soy el Dios de tus padres, de Abraham, de Isaac, de Jacob... No es Dios de muertos, sino de vivos.

Ya tenía una mujer consolando un corazón herido, y la obra hablaba de la inmortalidad del alma humana explicada por la pedagogía divina.

Pero, de ahí a tener una obra que ayudase a consolar la perdida de un ser querido...

Mientras meditaba esto nutría la piedra con crema de manos para darle a la piedra su verdadero color y textura. Con los dedos fui acariciando cada recoveco para no dejar nada sin nutrir. Me resistía a barnizar la piedra. Así es cómo surgió la idea: Hay que acariciar la piedra, para nutrirla, cada quince días, si quieres que luzca en todo su esplendor...Y para eso hay que acariciarla con la crema.

Acariciando el corazón herido es cómo llega el consuelo.